domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Estamos educando para el siglo XXI?

Una de mis inquietudes -sobre todo pensando en los niños y niñas de mi entorno familiar y del de mis amigos y amigas- es acerca de la calidad de la educación que están recibiendo en las escuelas. Me preocupa verlos y escucharlos recitando cuestionarios que han de memorizar para el próximo examen; en esos momentos me invade el pesimismo puesto que, a pesar de la inversión y los esfuerzos por instrumentar un currículo constructivista, orientado al desarrollo de competencias, casi para cualquier lado que veamos, encontramos aulas donde predomina la actividad del docente sobre la del alumnado; donde prevalece la enseñanza sobre el aprendizaje; donde el alumnado escucha pasivamente una exposicion magistral, transcribe del libro de texto hacia el cuaderno, copia un dictado o presentan exposiciones mal memorizadas de temas que les fueron asignados. ¿Acaso es tan dificil cambiar del paradigma de enseñador al de mediador de aprendizajes?

A propósito, surfeando en la web enconré este video que aporta algunas ideas interesantes sobre la educación para el siglo XXI






¿Qué les parece?

domingo, 1 de marzo de 2009

¿Mata la creatividad la escuela?

El título de esta entrada es una pregunta que ha martillado mi cabeza por años; casualmente, llegó a mi correo un vídeo con ese mismo título. Lo comparto con ustedes y espero que lo podamos comentar.





¿Qué dicen?

martes, 17 de febrero de 2009

El fetichismo de los exámenes o pruebas objetivas en la escuela salvadoreña.

Si la memoria no me traiciona, hasta mediados de la década de los noventa, la evaluacion en la escuela salvadoreña tenía como instrumento cuasi-universal los llamados exámenes o pruebas objetivas. Se realizaban exámenes mensuales, trimestrales y finales de naturaleza sumativa con fines de promoción y certificación. Aunque en el discurso pedagógico de la época se manejaba la noción de evaluación formativa, la práctica evaluativa estaba centrada en la función sumativa.

Por el año 1996, en el marco de la reforma educativa en marcha, con el asesoramiento de un consultor chileno llamado Horacio Walker, el MINED lanzó un manual de evaluación de los aprendizajes con la intención de mejorar la evaluación en el sistema educativo salvadoreño. En este manual se definía la evaluación como un proceso de obtención de información útil para ayudar a los estudiantes a mejorar su aprendizaje. Para cumplir con tal objetivo, el manual establecía las "actividades de evaluación" como el medio para obtener la información sobre el alcance y naturaleza de los aprendizajes realizados por los estudiantes. Al mismo tiempo, esas actividades iban a generar las calificaciones a reportar en cuadros y que servirían para certificar el aprendizaje.

Las actividades de evaluación, con la aplicación de una amplia gama de técnicas e instrumentos (no sólo las pruebas objetivas), cuya elección en un caso específico iba a depender del tipo de aprendizaje que se estuviera evaluando. y cuya cantidad por objetivo tampoco estaba prescrita, ya que el manual hablaba de realizar tantas como fuese necesario y de seleccionar las 3 de mayor relevancia para su registro en los cuadros, lograba conciliar la evaluación formativa con la sumativa y darle un carácter integral y continuo frente al paradigma previo de exámentes mensuales y trimestrales.

El manual de evaluación actual, en su esencialidad, difiere muy poco del divulgado en la década anterior. De acuerdo con sus directrices, en la escuela salvadoreña se deberían estar aplicando diversidad de técnicas e instrumentos de evaluación. Sin embargo, mi conocimiento de las prácticas de evaluación actuales me revela que las pruebas objetivas son "duras de matar", y que lo que debería ser una posibilidad más como instrumento de evaluación, continua siendo el instrumento prevalente en muchas escuelas.

Sin ser enemigo de las pruebas objetivas, ni tener una obsesión enfermiza contra ellas, me he tomado el trabajo de analizarlas criticamente, tal como se realizan en nuestras escuelas, y su común denominador, sin miedo a pecar de subjetivo, es que de "objetivas" tienen muy poco; evalúan principalmente memorizacion de datos y hechos y muchas veces su redacción es deficiente y confusa.

Detrás del fenómeno señalado hay algo aún más grave, este tipo de evaluación es el reflejo de lo que sucede en las aulas; es decir, el problema de fondo es un desarrollo curricular que todavía no logra despojarse del viejo lastre de la llamada "educación bancaria", caracterizada por el predominio de la actividad del docente sobre la del alumno, por alumnos que pasivamente escuchan las explicaciones del profesor o profesora o toman su dictado. Es muy raro ver aulas donde predomine la actividad del alumno, donde se encuentren alumnos discutiendo o trabajando activamente en torno a una actividad de aprendizaje, habilmente preparada y tutoriada por el docente; donde se estén desarrollando aprendizajes que vayan más alla de la memorización y repeticion de datos.

No es casualidad que en las pruebas de logros de aprendizaje y la PAES, nuestros estudiantes tengan desempeños bajos en los ítemes que evalúan aprendizajes de orden superior (análisis, síntesis, comprensión, aplicación,etc.), o utilizando el término de moda, en ítemes que evaluán "competencias" que integran elementos conceptuales, procedimentales y actitudinales. De hecho, en los boletines divulgativos de los resultados de pruebas nacionales, se hace ver la necesidad de que se mejoren las prácticas docentes en nuestras escuelas.

Si las instituciones quieren mejorar sus resultados en las pruebas nacionales, lo primero que deberían hacer es un análisis crítico-reflexivo de sus prácticas pedagógicas, definir e implementar prácticas de orden constructivista, orientadas al desarrollo de competencias; liberarse del fetiche de las pruebas objetivas e implementar una evaluación de los aprendizajes que, por medio de la utilización de diversidad de técnicas e instrumentos, según la naturaleza de las competencias que se están evaluando, provea información útil, de manera continua, para reforzar los aprendizajes del estudiantado.

"No se puede poner la carreta delante de los bueyes" es una expresión popular que describe a la perfección los esfuerzos de algunas instituciones que pretenden adecuar sus prácticas evaluativas para que su alumnado tenga una especie de entrenamiento, o ensayo, previo a las pruebas nacionales, pero sin que haya un cambio cualitativo en sus prácticas de aula. Una mejora sostenible en los resultados de la evaluación, tanto institucional como nacional, pasa por una transformacion cualitativa, paralela, de las prácticas de aula y evaluativa en la institución. Es aquí donde la figura del docente emerge en toda su crucialidad para la mejora de la calidad educativa, medida en términos del desarrollo de las competencias prescritas en el currículo, por parte del alumnado. Para ello se precisa de docentes reflexivos, comprometidos con su desarrollo profesional continuo, conscientes del impacto social de su rol profesional y por tanto, ejecutores de una práctica signada por la calidad; en síntesis, docentes efectivos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Acerca del dictado y la explicación magistral como estrategias didácticas.

En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su Maestro: «Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado» El Maestro le replicó: «¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la masticara antes de dártela?».

Nadie puede descubrir tu propio significado en tu lugar. Ni siquiera el Maestro
(Tomado de "El canto del pájaro" de Anthony de Mello)

De entrada, en mi humilde opinión, tanto el dictado como la explicación de un tema por el docente deberían de utilizarse de forma restringida en el aula. Por ejemplo, en la enseñanza - aprendizaje de la ortografía, el dictado puede ser una actividad útil.

Pero ¿Qué hace un docente del nivel básico o medio dictando un resumen que preparó previamente? ¿Qué hace un docente cuando utiliza la mayor parte de la hora clase en explicar a sus alumnos un contenido cualquiera de ciencias, de lenguaje, de sociales o de matemáticas?

La respuesta a las interrogantes anteriores está dada en la cita inicial de Anthony de Mello; en ambos casos lo que se está haciendo es dar "bagazo" a los estudiantes. Ese bagazo puede ser francamente malo, cuando el docente no tiene un dominio adecuado del contenido; puede ser mediocre o puede ser de buena calidad, pero siempre será bagazo pues, en ninguno de los casos, el resumen o la explicación serán el resultado de un alumnado "masticando" por si mismos los conocimientos e información, poniendo en juego sus conocimientos previos y tratando de encontrar un significado a la información nueva que le ha sido suministrado por el docente o que ellos mismos han buscado en las fuentes disponibles.

Se ha dicho tantas veces que el docente debe ser un propiciador de aprendizajes, que la mayor parte del tiempo de clase debe ser acaparada por la actividad del alumnado, etc. pero tales ideas aun están lejos de regir la práxis de la escuela salvadoreña.

¿Qué se puede hacer? El tema es complejo y pasa por que se den procesos reflexivos y cambios actitudinales en los docentes, por mejorar los mecanismos de asesoría y supervision, fortalecer el liderazgo de los directores y directoras, mejorar la formación inicial y en servicio, educar a los padres y madres y a la sociedad en general para que ejerzan una especie de auditoría social del trabajo que realizan las escuelas. A fin de cuentas, es la sociedad la que con sus impuestos sostiene en funcionamiento el aparato estatal y por tanto, tiene derecho a pedir una rendicion de cuentas y resultados a las escuelas.





domingo, 17 de agosto de 2008

Las actitudes se cambian desde adentro.

En el libro Gung Ho se cita la frase "se puede llevar el caballo al río, pero no obligarlo a beber". Estas palabras aplican al cambio de actitudes en el sentido de que no se puede obligar a nadie a cambiarlas; sólo se pueden cambiar a partir de una decisión personal, nacida de la reflexión y de hacerse consciente de ellas.

En nuestras organizaciones, sobre todo en las públicas, existe la creencia de que las personas han de cumplir con sus deberes y obligaciones profesionales a partir del diseño e implementación de marcos normativos y sistemas de control (horarios, sistemas manuales o mecánicos de control, procedimientos que rigen las situaciones propias de la administración de personal, etc.); la vieja teoría X campea en nuestras instituciones públicas. ¿Qué se logra en una organización de ese tipo? Para mi esa es una pregunta fácil; SE LOGRA LLEVAR EL CABALLO AL RIO, es decir, logras empleados cuya única preocupación es correr para "marcar a tiempo" la hora de entrada y hacer lo mismo a la hora de salida. Mientras tanto, la misión es hacer lo mínimo durante el día de trabajo pues "para que te matas trabajando si al final nadie te lo reconoce". Esta última frase, muy escuchada en las oficinas de gobierno, da un indicio de que las personas trabajan no sólo por la remuneración sino que buscan algo más como producto de su trabajo. Por otro lado, un sistema como el descrito desincentiva a los buenos trabajadores puesto que sólamente está centrado en los incumplimientos a las normas, sin importar las causas, el historial del empleado, su eficiencia, etc. Simplemente, si llegaste tarde, por la razón que sea, o te sometes a un procedimiento burocrático de solicitar licencia por el tiempo faltado o te resignas a que te apliquen el descuento correspondiente.

Un sistema de ese tipo lo único que consigue el fomentar el "cuatrerismo" y el logro de las 8 horas-posaderas o de "dar clases" a desgano; mientras tanto la efectividad, el cumplimiento de metas y la calidad en el trabajo duermen el sueño de los justos. Ah, obviaba decir que también se logra una unidad de recursos humanos, o una dirección, altamente satisfecha por la "efectividad" con la que realiza su trabajo.
¿Será posible que una organización tal llegue a la excelencia?. Dificilmente, pues muy pocos de sus empleados pondrán en juego todas sus capacidades, energía, entusiasmo y compromiso para el logro de la visión institucional. Es, decir, AUNQUE OBLIGASTE AL CABALLO A IR AL RIO, NO PUEDES OBLIGARLO A QUE BEBA. ¿Cómo puede conseguir una organización que sus empleados le entreguen toda su energía, creatividad, ingenio, compromiso y espíritu en pro del logro de la visión institucional? ¿Cómo puede dar un salto de calidad la escuela salvadoreña?. Sobre esas preguntas reflexionaremos en la siguiente entrega.

lunes, 11 de agosto de 2008

La actitud: componente fundamental de las competencias para la docencia.

Siempre he sostenido que la actitud es el factor determinante para asumir, o no hacerlo, las responsabilidades que demanda nuestro trabajo. Alguien puede dominar los conocimientos conceptuales y procedimentales que requiere el desempeño de una tarea. Pero, ¿que pasa si esta persona no se siente a gusto con lo que hace? ¿Influye esta variable en la calidad de su trabajo?. Por otra parte, ¿qué pasa cuando una persona no domina el bagaje conceptual y procedimental que le exige su trabajo?

Muy probablemente, una persona en la primera situación no pondrá en juego todos sus recursos y energía en el desempeño de su trabajo, ni sentirá mayor compromiso con la calidad de sus resultados; bastará para él o para ella alcanzar los parámetros mínimos requeridos y cumplir con la rutina que exige el trabajo. No le preocupará el impacto social de su trabajo ni las consecuencias de no hacerlo bien. Estas afirmaciones tienen validez para cualquier tipo de trabajo, rol o tarea que debamos realizar.

En el segundo escenario hay dos posibilidades: la primera se da cuando la persona, además de sus carencias técnicas es irresponsable; en este caso, la sociedad tendrá que mantener a una persona cuyo único afán es cobrar un salario cada fín de mes. La segunda posibilidad es la de encontrarnos a alguien con deficiencias técnicas, derivadas de una formación deficiente, o por la falta de experiencia pero que tiene un interés profundo en mejorar su perfil profesional. Muy probablemente, este último trabajador buscará las oportunidades y apoyos para ir superando sus carencias técnicas, de tal modo que paulatinamente su desempeño irá mejorando.

Al analizar las tres situaciones anteriores se encuentra en ellas un común denominador: la actitud. Esta es la llave del cambio y del mejoramiento de los procesos educativos. El éxito de cualquier proceso de mejora en el aula está determinado en gran medida por la actitud de los docentes que han de implementarlo. La ecuación es simple: actitud correcta=acción correcta.

¿Qué hacer para que los docentes adopten la actitud correcta?
¿Se puede lograr a partir de la adopción de sistemas administrativos que se apoyan en un elevado índice de normatividad y de coercitividad?
¿O con ello solo se asegura el desempeño mínimo, o en el peor de los casos la institucionalización de una cultura del engaño.
¿Acaso hay alguna organización que haya avanzado en procesos de mejora a partir de "cumplimientos mínimos aceptables" por parte de su fuerza laboral?

Las interrogantes anteriores serán el hilo conductor de la siguiente reflexión. Si tienes comentarios no dudes en plantearlos y así enriquecer esta discusiòn.

domingo, 10 de agosto de 2008

Saludo

Soy Alfredo Erasmo Ramos, profesor salvadoreño de 47 años de edad. Mis aficiones son la lectura, la música instrumental, la clásica y las llamadas "oldies" (viejitas) en inglés y en español. Otra de mis aficiones, adquirida en los últimos años, es la informática e Internet. Mi experiencia docente ha sido en educación media (bachillerato), en las áreas de Inglés y matemáticas; por 12 años trabajé en el Instituto Nacional de Jiquilisco; luego, me he desempeñado como técnico educativo en el Ministerio de Educación hasta la fecha actual.

Mi intención, al publicar este blog y compartir algunas de mis ideas sobre la escuela salvadoreña y el trabajo en el aula, es propiciar la oportunidad para que todas las personas que interactuamos en torno a la educación, tengamos la posibilidad de reflexionar, como un primer paso, en torno a las responsabilidades que debemos asumir, cada quien desde el rol que le corresponde, para mejorar los procesos que se desarrollan en la escuela y de esa manera los resultados; es decir, un alumnado con las competencias necesarias para afrontar exitosamente las situaciones, problemas y retos de un mundo que cambia aceleradamente.