martes, 17 de febrero de 2009

El fetichismo de los exámenes o pruebas objetivas en la escuela salvadoreña.

Si la memoria no me traiciona, hasta mediados de la década de los noventa, la evaluacion en la escuela salvadoreña tenía como instrumento cuasi-universal los llamados exámenes o pruebas objetivas. Se realizaban exámenes mensuales, trimestrales y finales de naturaleza sumativa con fines de promoción y certificación. Aunque en el discurso pedagógico de la época se manejaba la noción de evaluación formativa, la práctica evaluativa estaba centrada en la función sumativa.

Por el año 1996, en el marco de la reforma educativa en marcha, con el asesoramiento de un consultor chileno llamado Horacio Walker, el MINED lanzó un manual de evaluación de los aprendizajes con la intención de mejorar la evaluación en el sistema educativo salvadoreño. En este manual se definía la evaluación como un proceso de obtención de información útil para ayudar a los estudiantes a mejorar su aprendizaje. Para cumplir con tal objetivo, el manual establecía las "actividades de evaluación" como el medio para obtener la información sobre el alcance y naturaleza de los aprendizajes realizados por los estudiantes. Al mismo tiempo, esas actividades iban a generar las calificaciones a reportar en cuadros y que servirían para certificar el aprendizaje.

Las actividades de evaluación, con la aplicación de una amplia gama de técnicas e instrumentos (no sólo las pruebas objetivas), cuya elección en un caso específico iba a depender del tipo de aprendizaje que se estuviera evaluando. y cuya cantidad por objetivo tampoco estaba prescrita, ya que el manual hablaba de realizar tantas como fuese necesario y de seleccionar las 3 de mayor relevancia para su registro en los cuadros, lograba conciliar la evaluación formativa con la sumativa y darle un carácter integral y continuo frente al paradigma previo de exámentes mensuales y trimestrales.

El manual de evaluación actual, en su esencialidad, difiere muy poco del divulgado en la década anterior. De acuerdo con sus directrices, en la escuela salvadoreña se deberían estar aplicando diversidad de técnicas e instrumentos de evaluación. Sin embargo, mi conocimiento de las prácticas de evaluación actuales me revela que las pruebas objetivas son "duras de matar", y que lo que debería ser una posibilidad más como instrumento de evaluación, continua siendo el instrumento prevalente en muchas escuelas.

Sin ser enemigo de las pruebas objetivas, ni tener una obsesión enfermiza contra ellas, me he tomado el trabajo de analizarlas criticamente, tal como se realizan en nuestras escuelas, y su común denominador, sin miedo a pecar de subjetivo, es que de "objetivas" tienen muy poco; evalúan principalmente memorizacion de datos y hechos y muchas veces su redacción es deficiente y confusa.

Detrás del fenómeno señalado hay algo aún más grave, este tipo de evaluación es el reflejo de lo que sucede en las aulas; es decir, el problema de fondo es un desarrollo curricular que todavía no logra despojarse del viejo lastre de la llamada "educación bancaria", caracterizada por el predominio de la actividad del docente sobre la del alumno, por alumnos que pasivamente escuchan las explicaciones del profesor o profesora o toman su dictado. Es muy raro ver aulas donde predomine la actividad del alumno, donde se encuentren alumnos discutiendo o trabajando activamente en torno a una actividad de aprendizaje, habilmente preparada y tutoriada por el docente; donde se estén desarrollando aprendizajes que vayan más alla de la memorización y repeticion de datos.

No es casualidad que en las pruebas de logros de aprendizaje y la PAES, nuestros estudiantes tengan desempeños bajos en los ítemes que evalúan aprendizajes de orden superior (análisis, síntesis, comprensión, aplicación,etc.), o utilizando el término de moda, en ítemes que evaluán "competencias" que integran elementos conceptuales, procedimentales y actitudinales. De hecho, en los boletines divulgativos de los resultados de pruebas nacionales, se hace ver la necesidad de que se mejoren las prácticas docentes en nuestras escuelas.

Si las instituciones quieren mejorar sus resultados en las pruebas nacionales, lo primero que deberían hacer es un análisis crítico-reflexivo de sus prácticas pedagógicas, definir e implementar prácticas de orden constructivista, orientadas al desarrollo de competencias; liberarse del fetiche de las pruebas objetivas e implementar una evaluación de los aprendizajes que, por medio de la utilización de diversidad de técnicas e instrumentos, según la naturaleza de las competencias que se están evaluando, provea información útil, de manera continua, para reforzar los aprendizajes del estudiantado.

"No se puede poner la carreta delante de los bueyes" es una expresión popular que describe a la perfección los esfuerzos de algunas instituciones que pretenden adecuar sus prácticas evaluativas para que su alumnado tenga una especie de entrenamiento, o ensayo, previo a las pruebas nacionales, pero sin que haya un cambio cualitativo en sus prácticas de aula. Una mejora sostenible en los resultados de la evaluación, tanto institucional como nacional, pasa por una transformacion cualitativa, paralela, de las prácticas de aula y evaluativa en la institución. Es aquí donde la figura del docente emerge en toda su crucialidad para la mejora de la calidad educativa, medida en términos del desarrollo de las competencias prescritas en el currículo, por parte del alumnado. Para ello se precisa de docentes reflexivos, comprometidos con su desarrollo profesional continuo, conscientes del impacto social de su rol profesional y por tanto, ejecutores de una práctica signada por la calidad; en síntesis, docentes efectivos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Acerca del dictado y la explicación magistral como estrategias didácticas.

En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su Maestro: «Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado» El Maestro le replicó: «¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la masticara antes de dártela?».

Nadie puede descubrir tu propio significado en tu lugar. Ni siquiera el Maestro
(Tomado de "El canto del pájaro" de Anthony de Mello)

De entrada, en mi humilde opinión, tanto el dictado como la explicación de un tema por el docente deberían de utilizarse de forma restringida en el aula. Por ejemplo, en la enseñanza - aprendizaje de la ortografía, el dictado puede ser una actividad útil.

Pero ¿Qué hace un docente del nivel básico o medio dictando un resumen que preparó previamente? ¿Qué hace un docente cuando utiliza la mayor parte de la hora clase en explicar a sus alumnos un contenido cualquiera de ciencias, de lenguaje, de sociales o de matemáticas?

La respuesta a las interrogantes anteriores está dada en la cita inicial de Anthony de Mello; en ambos casos lo que se está haciendo es dar "bagazo" a los estudiantes. Ese bagazo puede ser francamente malo, cuando el docente no tiene un dominio adecuado del contenido; puede ser mediocre o puede ser de buena calidad, pero siempre será bagazo pues, en ninguno de los casos, el resumen o la explicación serán el resultado de un alumnado "masticando" por si mismos los conocimientos e información, poniendo en juego sus conocimientos previos y tratando de encontrar un significado a la información nueva que le ha sido suministrado por el docente o que ellos mismos han buscado en las fuentes disponibles.

Se ha dicho tantas veces que el docente debe ser un propiciador de aprendizajes, que la mayor parte del tiempo de clase debe ser acaparada por la actividad del alumnado, etc. pero tales ideas aun están lejos de regir la práxis de la escuela salvadoreña.

¿Qué se puede hacer? El tema es complejo y pasa por que se den procesos reflexivos y cambios actitudinales en los docentes, por mejorar los mecanismos de asesoría y supervision, fortalecer el liderazgo de los directores y directoras, mejorar la formación inicial y en servicio, educar a los padres y madres y a la sociedad en general para que ejerzan una especie de auditoría social del trabajo que realizan las escuelas. A fin de cuentas, es la sociedad la que con sus impuestos sostiene en funcionamiento el aparato estatal y por tanto, tiene derecho a pedir una rendicion de cuentas y resultados a las escuelas.